PRINCIPIOS PEDAGÓGICOS DE MAMATIERRA

1.    Autonomía: Poder hacerlo por mí mismo/a, con o sin ayuda en lo referente a los aspectos físicos, social, emocional e intelectual. Tiene que ver con la confianza, en dejar hacer, en permitir,… desde un acompañamiento seguro, con seguridad. Para que el niño/a pueda crecer, desde su ritmo de aprendizaje, enfrentarse a lo que hay es básico, para ello tendrá que conocerlo, probarlo, sentirlo, manipularlo, experimentarlo: dar pasos es tomar decisiones, sus decisiones bajo sus criterios, desde su iniciativa: todo lo que venga será parte de su aprendizaje.

 

2.    Respeto: movimiento de contactar con el otro/a, con lo otro, abre un mundo de sensaciones, una información que se queda registrada en diferentes niveles, que permiten seguir conociendo y/o retirarse, una atracción o una separación, una fijación o un bloqueo,… forma parte del crecimiento y el cómo resuelvo situaciones, cómo me enfrento a la vida, cómo afronto la vida: “respetarles para que respeten”. Esto conlleva un ejercicio de compresión, observación, paciencia, autoafirmación y afecto.

 

3.   Libertad: es el poder ser, el poder hacer bajo la premisa de que “mi libertad acaba donde empieza la libertad del otro/a”. En la medida que pueda sentirme en libertad puedo descubrir realidades, ver hasta dónde puedo llegar, ver hasta dónde se puede llegar y hacerme responsable de mis decisiones.

 

4.    Límites: Mario Benedetti decía que la vida sin normas pierde forma. Los límites generan seguridad, la seguridad que pueda ofrecer quien acompaña y el ambiente preparado para ello. Ni todo vale, ni nada vale. Cada momento, cada relación tiene su melodía, su baile y cada uno/a un sitio, a su vez estás en un lugar, en un contexto.

 

5.   Aprendizaje: se aprende haciendo, por acierto y error, por imitación, por la experimentación, por el atreverse, por la observación, por lo que decimos, por lo que no decimos, por la manipulación de materiales desde la implicación de los sentidos siempre cercanos a la realidad, a la vida cotidiana. Además también se aprende desde las consecuencias: cualquier cosa que haga o no haga puede conllevar una reacción desde dentro o desde fuera.

 

6.   Invidividualidad: cada niño/a es como es y puede ser de múltiples formas. La convivencia en grupo requiere poder aceptar como es cada niño/a y poder enriquecernos de el/ella y viceversa. Tanto su ritmo como sus formas de expresión son válidas, siempre y cuando no dañe a otro/as, algún material o materia viva como plantas o animales. Por tanto, los juicios y las etiquetas se quedan fuera, encorsetan y limitan el potencial. Esto requiere ampliar la visión, la mirada hacia el niño/a a veces sesgada en cómo me gustaría que fuera o en qué podría llegar a ser, en vez de ver cómo es.

 

7. Emociones y Sentimientos: el ser humano tiene sus 5 emociones básicas y muchos sentimientos fluyendo continuamente, su identificación, validación y forma de expresión enriquece la dimensión interna del niño/a, da tranquilidad, comprensión, autoconocimiento, autoestima… En el juego, las artes, los cuentos,  el movimiento o en el contacto con el acompañante salen o a veces se quedan en el cuerpo. La creatividad y la espontaneidad son fundamentales para su buena integración.

 

8. Intervención/no intervención: intervenimos como adultos/as acompañantes cuando peligra la seguridad del niño/apara sí mismo/a o en contacto con otro/a, cuando presentamos un material, cuando proponemos una actividad, cuando nos requieren, cuando comunicamos límites o recordamos normas es la base de nuestra intervención, en definitiva, sin premios ni castigos: fortaleciendo la toma de decisiones visibilizando posibles consecuencias. Y no intervenimos, desde la presencia, estando y siendo, escuchando, observando, en silencio.

 

9.    Coherencia: el equilibrio entre el hogar y la escuela es fundamental. No se trata de imponer lo de casa en la escuela ni lo de la escuela en casa, es cuestión de ir de la mano para con los niños/as, con nosotros/as mismos/as y con los/as acompañantes. Tiene que ver con el trabajo educativo con el niño/a, con la sintonía de cómo me siento y cómo hago para detectar oportunidades de aprendizaje, en qué me fundamento, qué sentido tiene una cosa u otra. Es una tarea de atención, de reflexión y conciencia como padres/madres, una tarea de participación activa en cómo lo hacemos.